domingo, 1 de septiembre de 2013

Janelle Monáe vs. Chaka Khan

Enfrentamos a una de las reinas más o menos fugaces del funk con quien probablemente lo sea en un futuro androide que ya está entre nosotros. Yeah.





The ArchAndroid (Wondaland Arts Society/Bad Boy Records, 2010)

El hechizo pasa muy de vez en cuando, y cuando ocurre conviene no dejarlo escapar, máxime en tiempos estos de brillos tan opacos. La chica no es descaradamente bella ni despampanantemente curvilínea, responde al afrancesado nombre de Janelle Monáe, y para colmo su primer LP presenta una de las portadas más feas de lo que va de siglo (remedo evidente del Metrópolis de Lang). No obstante estas invitaciones al desaliento, es escuchar su música y meterse en un truco de magia.

Pasar por The ArchAndroid… supone abrir la ventana del piso más alto, tirarse por ella y quedar flotando. Como en un experimento de ausencia de gravedad, el oyente levita pero no descansa, frunce el ceño y a la vez contrae los músculos de su cuello para seguir el ritmo que ya se desató en los pies. Seguir los ritmos, porque estamos ante un disco de funk y aledaños, ok, pero la placa lo mismo regala toques vintage (“Sir Greendown”) que desembarcos en orillas callejeras (el propio corte “Tightrope”); y altera tanto con estallidos discoqueteros (“Locked Inside”) como con líneas furiosas de un bajo no future (“Come Alive”).

La voz de Monáe es poderosa sin llegar a torrente, gracias a una técnica vocal depurada que la reserva de alardes tribuneros. Bailarina y actriz antes que intérprete musical, la precisión de sus directos ya llegó a oídos, entre otros, del mismísimo Prince, quien la atrajo hacia la nómina de su próxima gira… Lo dicho: abran la ventana, olvídense de estilos y casillas y adopten a esta androide antes de que la ensucie el brillo de los Grammy.

Rags to Rufus (ABC Records, 1974)

Seguramente la melodía de “Tell me something good” tenga su lugarcito en más de un álbum de fotos. El tema compuesto por Stevie Wonder formaba parte del segundo disco de Rufus, y era la primera vez que la voz de Chaka Khan sonaba con esa mezcla de derroche y misterio que la haría reinar durante algunas noches de las décadas de los setenta y ochenta. La canción le regaló a Chaka el primero de sus diez Grammy y significó el comienzo de una carrera que supo conocer altibajos.

Nacida Yvette Marie Stevens, reza la wikileyenda que se convirtió en Chaka por un chamán africano. Para entonces había ingresado y abandonado las Panteras Negras, y tras coquetear con las armas de fuego comenzó a hacerlo con un bajista hindú apellidado Khan. Con él se casaría y se divorciaría casi el mismo día, tras arrebatarle el apellido y un contrato discográfico. Para entonces apenas había terminado el secundario y ya tocaba la batería y el bajo y había conformado fugazmente un par de bandas antes de ingresar en Rufus.

Chaka trasladaría el formato de relaciones tormentosas a sus compañeros de grupo, quienes uno a uno fueron abandonando Rufus. Hasta que un día ella se dejó a sí misma a cambio de una carrera solista que se arrimó algo desafortunadamente al jazz, para concluir en el nicho de un pop más bien facilón. Malas decisiones artísticas aparte, su voz continuaba manteniendo el influjo de “Tell me…”. Tanto que el rey Prince la fichó para su sello NPG y se la llevó de gira. El siglo xxi la ha encontrado a favor de las descargas de música en internet, mientras espera que la Warner se decida a remasterizar lo mejor de sí misma.

Alejandro Feijóo






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