martes, 19 de noviembre de 2013

El neodarwinismo del blues

En su último disco, North Mississippi Allstars gira el pescuezo hacia el pasado para restaurar clásicos que suenan como recién salidos del horno.

Cuando North Mississippi Allstars nos regalaron las llaves del reino, hicimos referencia a la creativa y, por qué no, generosa forma con que los hermanos Luther y Cody Dickinson despedían a su padre, el productor y músico blusero Jim Dickinson, entonces recientemente fallecido. Aquel disco, hondo en la emoción, marcaba el ritmo del dolor por la desaparición de una figura totémica, no solo para los hijos, también para buena parte de la producción musical sureña. Pasados el tiempo y los números de esta revista, NMA pone el pie en la lista de novedades musicales con World Boogie Is Coming, un trabajo que nos devuelve una mirada evolucionista sobre los géneros que, alrededor del blues, surgieron y se desarrollaron en el delta del Misisipi y sus extendidos alrededores.


Incursionar en el mapa de géneros y subgéneros de la música popular constituye un viaje de ida. El recorrido por esta topografía de la etiqueta revela tantas bifurcaciones como matices armónicos, que son a la vez radiografías socioculturales de épocas y estilos que se suceden y se superponen, alimentándose y regenerándose mutuamente. Este espíritu de la alquimia ha propiciado un desarrollo prácticamente piramidal, que tanto renueva biológicamente la nómina de nombres como les da doble vida a viejos clásicos tras la mirada de las nuevas generaciones. El mecanismo no es, obviamente, nuevo, y ocurre en otras disciplinas. Así como Darwin es más Darwin tras las leyes de Mendel, y así como no hay Góngora sin Lezama Lima (Carlos Fuentes dixit), los bluses originales de Willie Dixon o Junior Kimbrough se leen (se escuchan) de forma distinta tras las aportaciones paridas en los filos de este siglo. Y una de las ineludibles es, sin dudas, la que propone North Mississippi Allstars.

Como de costumbre, todo resulta muy personal en el corpus sonoro de los hermanos Dickinson, y a la vez, se disfruta de lo reconocible, de la raíz, de las manchas de nacimiento. El disco, en definitiva, se define en esa alternancia entre la economía de medios y el desliz sonoro de unas bases digitales y unos loops tirando a harapientos. Por ello, World Boogie Is Coming escenifica una disputa a caballo entre dos siglos. Lo cual no es otra cosa más que la tensión entre los rincones del clasicismo y la modernidad. Así, la progresión de un género como el blues, junto con el de sus adyacentes hill country blues, boggie, rock sureño, Delta blues… conforma esta reinvención evolutiva que, a su vez, tiene mucho de herencia paterno-filial y de cómo, en el fondo, no se encuentran en la vida muchos más argumentos que los de mejorar a nuestros antecesores y ser un poquito peores que los que vienen tras de nosotros. Sabios en su austeridad, Luther y Cody Dickinson echaron mano de las últimas palabras de la última nota de su padre, que cerraba con un profético “World Boogie Is Coming” el mensaje dejado a la posteridad.

Con el título servido en la bandeja de lo eterno, y recuperado el estudio Zebra Ranch propiedad del viejo Dickinson, NMA invitaron a amigos como Robert Plant, Duwayne Burnside o el laureado Alvin Youngblood Hart para dar forma a un disco que arranca, precisamente, con la armónica del exZeppelin. La participación del aún melenudo y la elección del instrumental “Jr.” de Junior Kimbrough resumen en apenas dos minutos lo que llevamos casi una página intentando explicar. El “Goat Meat” que le sigue (también con la armónica de Plant) cumple el doble papel de inicio formal del disco y de puente lúbrico a la versión de la tradicional “Rollin ‘n Tumblin”, popularizada principalmente por Muddy Waters. Aquí los efectos de estudio le dan un volumen de advenimiento psicodélico que convierte al tema tarareado por todos en un arcano cuyo acceso se limita. A continuación el escucha se encontrará en “Snake Drive” con una inocultable pincelada funk y una interpretación que remeda el directo. Y tras una deliciosa introducción se desarrolla el “Meet Me In The City”, otra vez de Junior Kimbrough, cuya interpretación sensual y hasta distraída no deja de tener un hálito stoniano. Todo listo, pues, para la ofídica “Turn Up Satan”, tema candidato a hit y que se desliza por las botamangas de los tímpanos como una serpiente desértica presta al pecado.

Si se explora y evalúa por el único lado del sonido, la inclusión de algunas piezas como las sucesivas “Shimmy”, “My Babe” y “Granny, Does Your Dog Bite” puede motivar a la confusión. Sin embargo, los nombres de Otha Turner y Willie Dixon como compositores enmarcan estas presencias en la compilación de incunables sonoros del Misisipi, además de abundar en cierto carácter errante, de feria y nomadismo. La recta final del disco la encarnan el clásico de John Estes “Goin’ To Brownsville” y “I’m leaving” (Junior Kimbrough again), en dos de las visiones más conservadoras que ofrece este trabajo, lo cual confirma que pocas cosas más modernas hay que una sincera visita a los clásicos. Por último, los más de diez minutos de duración de “Jumper on The Line” deben entenderse más que como una propuesta, como un reto, una amable provocación con punteo de fondo.

Ignoramos lo que hubiera opinado Charles Darwin de los neodarwinistas. Del mismo modo que desconocemos la cara que hubiera puesto Willie Dixon tras la escucha de World Boogie Is Coming. Pero lo sospechamos. En cualquier caso, confiamos en su responsabilidad como padres de todas estas criaturas. The kids are all right.

Alejandro Feijóo





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