La presencia del peinado femenino a lo largo de la historia de la
pintura oscila entre la captura del momento íntimo y la intromisión de un
observador que no es neutral
Es probable que la presencia
femenina en tanto motivo pictórico tenga como competidor exclusivo al mismísimo
Jesucristo, el único que acaso pueda hacerle sombra en cuanto al número de
apariciones. Las causas se presentan bastante evidentes: las sinuosidades que
se le suponen al cuerpo de una mujer, su desnudez (primero virginal, después
más insinuante) y la frágil sensualidad que desprende han sido objeto de placer
masculino y, por ende, constatación de su supremacía como sujeto histórico. En
este contexto socioestético, las cabelleras constituyen la metáfora más
precisa, la hebra que une todos los vértices de un significado que hunde sus
raíces en la historia de los grupos sociales humanos.
Esta galería de imágenes, a
fuerza de redundancias, busca expresar los matices que una mujer peinándose ha
despertado a lo largo de la obra de algunos de los grandes pintores. En
ocasiones, las diferencias entre una obra y otra son apenas perceptibles, más
allá del vigor y la exclusividad de eso que da en llamarse “estilo personal”.
En otras, la adscripción a una corriente determinada (por caso, el cubismo o el
surrealismo) violenta las formas y condiciona necesariamente el mensaje. No
obstante en todas ellas (incluido el notable simbolismo cósmico de Joan Miró)
se deja apreciar el pudor, el ensimismamiento, el instante casual en que una
mujer contacta con sus cabellos mediante el artilugio al que homenajeamos en
este número: el peine.
Así, la languidez del Modigliani,
la casualidad que desprende el autorretrato de Serebriakova o la violencia del
Picasso se enhebran en la línea de tiempo con la intimidad de las obras
impresionistas e incluso con la virginidad de la muchacha peinándose de
Giovanni Bellini, una obra que se inscribe en el Quattrochento tardío y que
precede a la explosión del Renacimiento y la consolidación del
antropocentrismo. Todas ellas, de una forma u otra, congelan el momento en que
una mujer, raros peinados nuevos mediante, aporta su silueta anónima a la larga
lista de mujeres retratadas. Con la venia de Jesucristo.
Alejandro Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una
Revista, número 27: El Peine)
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