Parafraseando la conocida
boutade atribuida a Groucho Marx, cuanto más conozco al ser humano más quiero a
Eels. Así comienza la nota que nuestro corresponsal en Madrid pergeñó a la luz
del show de Mr. E y los suyos en la madre patria.
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de uso
Parafraseando
la conocida boutade atribuida a
Groucho Marx, cuanto más conozco al ser humano más quiero a Eels. Es lo que
ocurre con ciertas pasiones laicas, construidas al calor del desamparo bajo las
sombras de la pérdida. Para quien no sepa, los salmos de Mark Oliver Everett
–Mr. E para amigos y ex amantes– se recubren de la espuma naif propia de las
aguas del indie para hacer más llevadera la contundencia del dolor. En plena
catarsis creativa, Mr. E nos ha regalado en menos de un año tres placas
fantásticas que tanto pueden servir de trampolín al respiro espiritual como de
aventura iniciática por las barbas del nihilismo romántico. El viaje está
servido.
Hombre Lobo (2009)
Hombre Lobo vendría a ser el disco de un dinamitero
que hace pogo con los cartuchos abajo del brazo. Cuatro años después del doble Blinking
Lights and Other Revelations (2009),
Everett cambia la pluma por las garras y la voz por los chillidos para lanzarse
al encuentro del deseo. Esta docena de canciones no entienden de búsqueda
porque un licántropo aullando por sangre fresca se salta los permisos y se
sirve directamente de la yugular. Da igual la luz que la oscuridad, las
canciones de cuna que la distorsión, el susurro que el aullido: siempre es luna
llena cuando una herida no quiere cicatrizar.
End Times (2010)
Nada
que ver con la ficción de Fukuyama y su fin de la historia: el nuevo cataclismo
de Everett es de tal calibre que ríanse de la caída del Muro. Cuando en la vida
toca divorcio se puede llamar a tu abogado o hacer un disco como este, donde el
dolor entra al bazar como si fuera domingo y se sacude las astillas contra el
cristal de Murano. Los restos del naufragio conviene buscarlos entre rasgueo y
rasgueo, entre la pérdida y su orilla, buceando en las hilachas de un pasado
que ya es historia antes de parir. Y eso sí, nada de interpretaciones, que la
verdad sigue siendo ese ladrillo que ponemos debajo de la almohada cuando nos
caemos de sueño.
Tomorrow Morning (2010)
Como
si de un apunte hegeliano se tratara, tras la furia y la tristeza nos llega la
hora de la calma. Sí, el sol ha salido, el amor ha llegado, “soy un colibrí
flotando de árbol en árbol…” Maldición, ¿va a ser un día hermoso? ¿Reflejos de
adultez, pulsión creativa, nueva pareja? Parece ser que todo eso y un poco más
es lo que ahora inunda las entrañas de Mr. E, quien a pesar de tanta luz no
abandona los anteojos oscuros para seguir mirándonos desde el rincón de la
fiesta. Quién me iba a decir a mí que terminaría estas líneas de oxímoron en
oxímoron y exaltando el amor.
Alejandro
Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una Revista, número 5: El Gato)
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