domingo, 1 de septiembre de 2013

Trixie Whitley: Fourth Corner

Trixie Whitley cierra un disco debut en el que los altibajos compositivos no alcanzan a ensombrecer su fabuloso torrente vocal.

Este cronista vivía en la inopia en lo que se refería al conocimiento de Trixie Whitley hasta que Daniel Lanois convocó a la cantante para su último proyecto, Black Dub. El descubrimiento produjo un torrente unidireccional de pasión que incluyó pedidos mentales de matrimonio que fueron sabiamente ignorados por esta artista estadounidense nacida en Bélgica. Habiéndose conformado quien escribe con el hallazgo sonoro, se lo ve volver una y otra vez a aquel disco mientras intenta reinyectarse el efecto electronarcótico descrito en Esto No Es Una Revista números atrás. La noticia de la publicación de su primera placa como solista se convirtió, apenas iniciado febrero, en una de las noticias de 2013.

Whitley vive en la música desde las hélices de su ADN. Hija del cantante y compositor Chris Whitley, su infancia y juventud fueron un trasiego de giras, trasnoches y estudios de grabación que funcionaron como preludio iniciático y trampolín de su precoz implicación artística. Baterista y bailarina, entre otras categorías, la carrera de su yo musical comenzó tras la muerte de su padre en 2005. Sus fabulosas condiciones musicales –que no su apellido– la llevaron a codearse con críos de la talla de Marc Ribot, Robert Plant o Meshell Ndegeocello, quien colaboró en la grabación de su primer EP. El salto al larga duración era cuestión de dejar tejer al tiempo, como demuestra la publicación reciente de este Fourth Corner.

Para quien no la conoce, diremos que la voz de Trixie confirma la existencia del infierno en la tierra. Sus descensos hasta esas profundidades conmueven hasta al lirio más mustio. La sensación de estar asistiendo a algo grande resulta permanente así como constante es la pregunta de hasta dónde puede llegar con un registro cuyos ecos remiten tanto al jazz vocal más elevado como al flamenco menos canónico (y, por qué no, a la Janis Joplin más emburrada). Todo ello se encuentra presente en Fourth Corner, aunque el cronista reconoce su dificultad para encajar tanta voz en tan poca canción.

Sí, el intimismo de “Morelia” promueve una introspección que se sacude por las distorsiones de “Hotel No Name”. Sí, “Irene” y su base de Bristol invitan al balanceo mientras “Breathe You In My Dreams” se viste de blues que no quiere llegar al top ten. Sí, “I Need Your Love” tiene la tibieza cercana de un corte de promoción mientras “Oh, The Joy” cierra el disco como en el living de casa. Pero en su (sana) búsqueda de estilo compositivo propio, Trixie derrocha tanto talento vocal que su primer disco queda largo de mangas y corto de sisa. En cierto sentido, todos los discos buenos que le quedan por grabar se encuentran contenidos en Fourth Corner, el cual no acaba de mostrarse firme en su escucha global. Ella no lo sabe, pero la esperaremos el tiempo que haga falta.

Fourth Corner (2013, Strong Blood Records)

Alejandro Feijóo



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