Si a cualquier hincha de
Red Hot Chili Peppers le dieran a elegir una situación ideal no se alejaría
mucho de la actual: nuevo álbum, nueva gira y nuevo integrante.
Si
a cualquier hincha de Red Hot Chili Peppers (RHCP) le dieran a elegir una
situación ideal no se alejaría mucho de la actual: nuevo álbum, nueva gira y
nuevo integrante. ¿Se puede pedir algo más? Sí, que papá y mamá no se divorcien
nunca, pero la vida es así de dura, muchacho. Y más después de tanta década
encima, unos años ochenta tumultuosos, unos noventa tumultuosos y brillantes, y
la menos tumultuosa década siguiente, la de recogida de beneficios. Ahora,
dicen, toca resurrección, renacimiento.
Los
californianos nunca habían estado tanto tiempo (desde Stadium Arcadium, 2006) sin grabar canciones originales. Y para
mayor vacío por el camino se les quedó John Frusciante, que igual no era el
alma de la banda pero sí un tipo con tanta música dentro que tiene más discos
solistas que los que cuenta la banda a la que ya no pertenece. Al parecer el divorcio
fue incruento. Tanto que el lugar del marido lo ocupa ahora el amante, Josh
Klinghoffer, un guitarrista amigo de Frusciante y colaborador del grupo, al que
apoyó en directo en algunos temas de las últimas giras. Un amigo de la familia.
I’m With You es el resultado de este nuevo modelo
familiar, un disco con 14 canciones elegidas entre varias docenas de
composiciones que quedaron fuera. El partero de la criatura volvió a ser Rick
Rubin, el productor responsable de un sonido que vuelve a ser reconocible.
Porque si algo tiene de nuevo este disco es lo que en él hay de viejo. La voz
de Kiedis vuelve a sonar clara (esperemos que también lo haga en directo); Flea
no solo sigue siendo el más pepper de
los peppers sino que su crecimiento
como compositor le da mayor peso específico en la banda, y la base de Chad Smith
sigue inscribiéndose en la categoría de impecable.
Que
Klinghoffer no es Frusciante se suponía. Y el hecho de que no quiera
parecérsele es casi la mejor noticia del disco. Su estilo es decididamente más
sutil, lejano de los espectros hendrixianos de su predecesor. Una presencia un
poco residual que de tanta sutileza se acerca a veces a la ausencia. Como si
sus nuevos compañeros de banda le hubieran dicho: “OK Josh, mantente un paso
atrás, ya te avisaremos cuándo destacar”. Escuchando a Klinghoffer resulta
difícil no referenciar a la anterior ausencia de Frusciante, porque para muchos
One Hot Minute (1995) es uno de los
mejores discos del grupo, aunque sus integrantes, con Kiedis a la cabeza,
renieguen de la época, de Dave Navarro y de aquellos excesos. Un odio a pesar
del cual será difícil borrar canciones como “Warped” o “Coffee Shop”.
Como
debe resultar ya notorio, es más lo que rodea al disco que lo que el disco deja
por sí. “Monarchy of Roses” lo abre con un aire (precisamente) muy “Warped”.
Hay temas que remiten (un poco vagamente) al espíritu del Blood Sugar Sex Magik, como “Factory of Faith” o “Goodbye Hooray” y
otros que parecen descartes de Californication
(“Police Station”) o By The Way (“Happiness
Loves Company”). África se deja oler de lejos en “Ethiopia” y “Did I Let You
Know”, y hasta aparecen los Rolling Stones en “Meet Me at the Corner”, un
“Waiting on a Friend” pasado por la licuadora pop de estos RHCP de espíritu
renacentista.
Con
I’m With You los RHCP parecen haber
recuperado algunas señales vitales sin llegar a la remisión completa de la
enfermedad. Es cierto que al principio algunas canciones parecen un chicle
enroscado en el dedo. Pero la sensación es que a medida que avanza la escucha,
el disco va ganando poso. En resumen, no es lo que un creyente esperaría de una
resurrección pero tampoco defraudan. Y aunque no es precisamente un álbum
conceptual (no siempre sabes qué calcetín va con cuál) la variedad de registros
es una lluvia de verano. Por primera vez, los RHCP tienen dónde elegir.
I’m With You (Warner Bros.
Records, 2011)
Alejandro
Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una Revista, número 15: La Niña Bonita)
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