Dicen que antes de la
vejez, antes de que el ocaso amanezca, la vida pasa por la etapa de madurez, en
la que el otrora sembrador deviene en cosechador de aquellas semillas. Tres de
estos viejos campesinos calibran su lucidez con vocación artesanal
Black Dub:
Electronarcotizado
Un
aviso para todos los que no trabajan en un matadero: la electronarcosis es un
sistema de aturdimiento del ganado consistente en la aplicación de una descarga
eléctrica mediante electrodos en la cabeza del animal. Este estado de
adormecimiento dura no más de quince segundos, durante los cuales el bicho que
pronto será filete queda lo suficientemente estúpido como para no registrar ni
padecer el inminente degüello. Pues bien, si esquivamos el martirio y lo
volvemos impulso primitivo, el último emprendimiento del músico y productor
Daniel Lanois (Quebec, 1951) produce en el oyente un efecto similar, un aturdimiento
narcótico del que cuesta zafarse.
Los
armazones arpegiados, o como se llame la geometría hipnótica que Lanois traza
con su guitarra, crean en el oyente el efecto de mecerse al borde del degüello.
La sobria y a la vez contundente base rítmica le pone ruedas a este delicado
acunamiento. Y para coronar, a las puertas de esta dulce muerte nos espera la
voz de Trixie Whitley. Su registro de terciopelo inoxidable le proporciona una
extraña naturalidad, y tanto cuelga de un hilo sobre el abismo como acaba sosteniendo
el andamiaje con solemnidad y desgarro.
Inmerso
en este paréntesis lisérgico, el cronista olvida decir que Lanois ha sido
productor de bichos como Dylan, Eno, U2 o Neil Young y que el proyecto se llama
Black Dub; y que sí, hay dub, y rock, soul, trip, reggae, mucho y buen blues, y
la sensación de estar asistiendo a una ceremonia íntima de comunión entre la
vigilia y lo que hay más allá del sueño. Y además está “Silverado”, que si no
fuera una canción sería un electrodo.
Black Dub (Red Ink, 2010)
Eddie Vedder: Collar sin
flores
Un
aviso para quienes aún compran discos: el título no lo es todo. Es decir, si
consiguen superar el trauma que produce un bautizo como el de “canciones de
ukelele” y volver a casa con el CD convenientemente camuflado entre el
periódico deportivo y el folleto del supermercado podrán considerarse
afortunados. Porque si la anterior y primera aventura solista de Eddie Vedder
(Illinois, 1964) nos había guiado por las profundas tierras salvajes del alma
humana, esta se libera desde una primera escucha de los collares floridos con
que hawaianos y tahitianos agasajan a sus visitantes para sembrar sus clavijas
en el surco del despojo.
El
título no solo es feo; también engaña, pues su contenido no es tanto del
ukelele como de Veeder: su voz vence y convence desde la profundidad. El
contraste con la ligereza del instrumento devuelve canciones despojadas de
artificio, sin otro marco que el eco de un tañido que parece resonar atrás del
hipotálamo. De necios sería negarlo: el disco puede hacerse algo monótono, y
aquello que quizá no debiera haber superado la fase larvaria de la colaboración
acaba convirtiéndose en un long play largo, valga lo que redunda. Pero a quien,
como servidor, la voz de Vedder puede contarle como verdad la mayor mentira del
diario se sentirá agasajado con estas Ukelele
Songs y las llevará de viaje por la ciudad y mirará más allá de los
auriculares sin entender a quienes hallan el confort entre tanto collar de
flores.
Ukelele Songs (Universal, 2011)
Thurston Moore: Walking
out the noise
Un
aviso para quienes tienen una remera de Sonic Youth: Thurston Moore (Florida,
1958) se dejó la distorsión en el placard. El único ruido que hay en Demolished Thoughts es ruido de música,
orquestaciones serias, algún aire oriental y capa sobre capa de un disco más de
cámara que de amplificadores. Aunque no es menos cierto que a lo largo de la
placa podemos encontrarnos con algún que otro crescendo de aires fáusticos que
acaba remitiendo a la rabia que ha llevado a SY al inefable podio del
avant-garde neoyorquino. “La vanguardia es así”, explicaría nuestro fausto
vernáculo.
Cuatro
años después de su anterior y más reconocible Trees Outside the Academy, la contrastada vocación noise del
guitarrista de SY se ha convertido (al menos, momentáneamente) en un abrazo
lírico que deslumbra por su delicada forma de transmitir lo impalpable, esto
es, la construcción y consiguiente demolición del desencanto. No en vano el
título de una de las canciones nos recuerda que blood never lies. Lo cual
explica que además de la parábola del ruido, existen otras ficciones para
explicar la pervivencia del deseo.
Demolished Thoughts (Matador Records,
2011)
Alejandro
Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una Revista, número 13: La Yeta)
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