Bunbury nos regala uno de
los trabajos más transparentes de su carrera solista, con el cual culmina su
licenciatura en cantinas latinoamericanas
Así
como al mundo le gusta dividirse en mitades varias (River-Boca, Pepsi-Coca…),
España levanta una pared entre los que sufren devoción por Bunbury y los que
simplemente sufren con él; resulta difícil encontrar en la península aquel que
le trate con tibieza, y como ejemplo sepan que quien escribe estas líneas tiene
los dos pies puestos en una de las orillas. Para los devotos, un nuevo
lanzamiento del aragonés es poco menos que un rezo en la Plaza de San Pedro,
aunque el hecho de que las canciones de esta placa formen parte del cancionero
popular latinoamericano y no de sus propios puño y letra deja al creyente sin
saber bien si la fumata es negra o blanca.
Las
patas de la mesa creativa de Bunbury son más bien columnas de lo tenaces: es el
mejor vocalista en su(s) estilo(s) de todo el Reino; es uno de los que mejor y
más provecho obtiene de unas sesiones de grabación que son piezas de
orfebrería, y su carisma tiñe el escenario y más allá de las tablas. El cuarto
soporte es el que se ausenta en Licenciado
Cantinas: la personalidad y el talento compositivos, esos que le permiten
escribir la lista del supermercado sin que nadie dude de que es para su nevera.
En esta ocasión, hace suyas quince canciones y sus estilos respectivos (tango,
chacarera, salsa…), y el experimento no suena necesariamente impostado ni
impropio, ni hermético ni comercial. Pero sí, acaso, algo ajeno.
Por
si no quedara claro, Bunbury es un lujo para la actual escena musical española
y alrededores. Desde su divorcio con Héroes del Silencio, todos sus
emprendimientos discográficos (aun sus colaboraciones más dudosas) se
distinguen por una inclinación al riesgo y una apuesta casi barroca por la
calidad. Y Licenciado… no deja de
tener ambas. Solo que en esta ocasión resulta menos sinuoso (es decir, más
fácil) entender el porqué de sus silencios.
Licenciado Cantinas (2011, OCESA)
Alejandro Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una Revista, número 18: La Sangre)
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