Una sala de espera provoca un diálogo en el cual las ausencias y las fantasías se entreveran con las horas que pasan inexorablemente.
–No me lo pediste. Me lo dijiste. Tú nunca pides nada. Al menos a mí.
–¿Qué hora es?
–¿A qué hora lo subían a Mario?
–Han dicho que en media hora. ¿Puedes dejar de moverte?
–Eso, lo traían sobre las cinco. Ahora son menos cuarto.
–Gracias por sentarte. No puedo hablar contigo si vas y vienes.
–¿Quieres un café? Hay una máquina.
–Gracias pero no. Mi cuerpo no soportaría nada ahora.
–Como quieras. Yo sí necesito algo. Seguro que estará horrible.
–¿El qué necesitas?
–No sé, algo que no tengo ahora.
–Necesitas a Mario. A mí también me pasa.
–No te crezcas por estar aquí, así… Hace tiempo que a ti y a mí no nos pasan las mismas cosas. Y sí, has acertado: lo necesito de vuelta.
–“Verás cómo todo sale bien”.
–Exacto. Verás cómo todo sale bien.
–“Y todo…”
–¡Siempre igual! Déjame hablar a mí: Y todo volverá a ser como antes.
–Eso es imposible. Por muy bien que salga esto, nada volverá a ser como antes. Y lo sabes.
–¿Por qué piensas esas cosas?
–Porque es la verdad. Porque es ley de vida. Ponle el nombre que quieras.
–Tú piensas esas cosas porque las piensas. Si no las pensaras, tendrías otros pensamientos.
–Apabullante.
–Pues sí. Así de sencillo. Lo demás no está en nuestras manos. Pero lo que depende de uno mismo, eso sí es asunto nuestro. Tuyo, en este caso.
–Tengo miedo.
–Ven aquí.
–No quiero. Tengo mucho miedo.
–Al menos, acércate. Yo también tengo un poco de miedo.
–¿Sí?... Es que si no tienes miedo ahora…
–No solo tú cumples años. Yo también voy haciéndome mayor.
–Ah, es por eso.
–Por eso también.
–Oye.
–Dime.
–¿Esto es vida?
–Supongo que es una especie de vida. Una de las vidas posibles. Pero yo estoy contento.
–Como un sucedáneo. Un genérico de vida.
–Eso, como los medicamentos. Una vida en pastillas.
–No me gustan las pastillas.
–Ya lo sé. Me has hecho mucho daño.
–Fue una especie de daño. Tampoco te quejes.
–¡Nunca te engañé! Jamás.
–Eso ya lo sé. Lo que tú no sabes es cuánto lo he deseado.
–…
–Bueno, algunas veces. Ya sabes, si te hubieras desquitado fuera de casa…
–Es increíble. ¿Sabes cuántas veces pensé que lo pensabas? Y no claudiqué. Yo creía en eso. Lo creo. Para mí es importante.
–Si hubieras pensado en otras cosas, seguro que tendrías otros pensamientos.
–No te sigo.
–Ya lo sé…
–¿Qué sabes, si puede saberse?
–Todo. Lo sabemos todo el uno del otro. ¿Ya son las cinco?
–No quiero mirar la hora.
–Ya deben ser las cinco.
–Si sabemos todo el uno del otro, como tú dices, ¿qué hacemos, entonces, que no estamos juntos?
–Porque no nos queremos más. O porque no nos queríamos más. ¿Te has olvidado? Ahora creo que no podría hablarse ni de un no.
–Sabes cuántas veces he pensado que podríamos…
–Ahora no, por favor.
–De acuerdo. ¿De qué hablamos?
–…
–Está bien... Son casi las cinco.
–Estarán por traerlo.
–Falta todavía. Creo que cuanto más tarden en traerlo, mejor.
–¿Me escuchas?
–Claro, siempre te he escuchado.
–…
–Te escucho. Ahora te escucho.
– Tengo que decirte algo. ¿Tú confías en mí?
–Por supuesto. Todavía tenemos los anillos.
–Pero no los usamos. Es como si no los tuviéramos.
–Yo cada tanto uso el mío.
–¿De qué me hablas?
–Te hablo del anillo.
–¿Bromeas? Si lo usas es porque te conviene. Por alguna reunión, algún asunto del trabajo. A veces queda mejor estar casado.
–Nada de eso. Me lo pongo para estar en casa. El pijama, un libro, el anillo…
–No me seas patético.
–Solo puedo decirte que es cierto. No le estoy agregando ni un poquito. ¿Qué ganaría con mentirte?
–Escúchame, ¿y si saliera mal?
–No va a salir mal.
–De acuerdo. Pero ¿y si sale mal?
–Creo que me tomaré el café ese.
–La máquina no va.
–Ya verás cómo todo sale bien.
–¿Es en serio lo del anillo?
–¿Te he mentido alguna vez?
–No sé. Hay algo que me dice que va a salir mal. ¿Por qué no te sientas tú ahora? Ves cómo tú también vas y vienes… ¿Qué necesitas?
–Un café. Ese café.
–¿Y por qué no lo pides?
–No lo sé… ¿Puedes traerme un café por favor?
–Te he dicho que la máquina no funciona.
–Casi mejor. Para tomar un sucedáneo de café…
–… Prefieres no tomar nada. Ya lo sabía.
Alejandro Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una Revista, número 16: El Anillo)
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