domingo, 1 de septiembre de 2013

Poetas y locura

Verso a verso nos encontramos de golpe con una selección del todo caprichosa de poetas que, casualmente, coincidieron en el uso y abuso de lo que está más allá de la palabra.

Conversaban dos que no fueron poetas. Decía Aquel: “No se puede ser feliz y decir la verdad al mismo tiempo”. Y el Otro abundaba: “Así deberían empezar todos los libros...” No hacía entonces mucho calor ni tampoco frío. Y tal vez fueron las condiciones de normalidad las que contribuyeron a multiplicar las ingenuidades.

El suponer que se puede ser feliz (o incluso, estarlo) desprende un aburrimiento que hasta resulta contagioso, mientras que creer en la posibilidad de decir la verdad se instala en la categoría de evangelio, si primero hubiese sido el verbo. Mientras, el Otro imaginando que habrá seres escribiendo libros. Y que estos empiezan alguna vez en alguna parte.

La palabra nombre es en sí un estallido. Y el nombrar, un big bang en blanco con vacío de fondo. Toda la vida se persigue ese alumbramiento, aun sabiendo que tras el paréntesis no nos espera sino el límite de la palabra, que es el del cuerpo. Y a todo esto, el tiempo, en el cual somos sin que él sea nada. A la materia misma un verbo está adherido. Por eso estos poemas, esta selección, porque no se puede atrapar a la palabra al mismo tiempo que se la atrapa. Así deberían empezar todos los días.

Alejandro Feijóo




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