Haciendo gala de
puntualidad británica, 40 años después de Led
Zeppelin III, Robert Plant lanza al deprimido mercado discográfico Band of Joy, un doble guiño a la
historia de la música y a la prehistoria de su vida.
Por
primera vez en su carrera solista (una docena de registros eclécticos no
siempre afortunados) la Voz del rock no antepone su nombre y apellido al título
de la placa. En esta ocasión recupera una denominación colectiva, Band of Joy, el
grupo que el propio Robert Plant y su amigo John Bonham supieron abandonar para
formar parte de Led Zeppelin allá por el iniciático 1968.
Las
canciones de Band of Joy destilan luz
y oscuridad, psicodelia y aires folks, riffs barrosos y cierto espíritu
pastoral, en una escucha que se va digiriendo como se digieren las confirmaciones
de la adultez: sin hambre al principio y con gula al final. De la mano del
productor Buddy Miller, temas como “Angel Dance” (original de Los Lobos), “House
of Cards”, “You Can't Buy Me Love” (no solo el título tiene un eco beatle) o el gospel “Satan Your Kingdom
Must Come Down” nos traen la esperanza de que la vueta a los orígenes emprendida
por Plant no constituya ni un nuevo comienzo ni un viejo final, sino más de su carrera
ávida y honesta.
Led Zeppelin III (Atlantic Records, 1970)
De
fiasco histórico a placa imprescindible, Led
Zeppelin III cargará durante toda la eternidad con el sambenito de ser el “disco
acústico” de un cuarteto que hasta octubre de 1970 se había dedicado a romper
tímpanos y acaso noviazgos, pero nunca almas. Precisamente por esos comienzos
atronadores de la banda (dos años de carrera, dos discos demoledores,
conciertos maratonianos, la caterva de groupies…)
Page y Plant deciden relajarse pasando una breve temporada en una pequeña
granja galesa. El resultado es una paleta musical de lo más bucólica (y también
eléctrica) que enmudeció al público e hizo vociferar a la crítica.
Las
malas críticas iniciales recibidas por el disco no cayeron bien al cuarteto.
Ello, unido al alto grado de exposición pública de la banda, condujo a los
Zeppelin a practicar un ejercicio de rebeldía y oscurantismo que acabaría
constituyendo la base sonora de su próximo trabajo, más conocido como Led Zeppelin IV. Bendita rabia.
Alejandro
Feijóo
(Publicado en Esto No Es Una Revista, número 4: La Cama)
No hay comentarios:
Publicar un comentario