jueves, 2 de febrero de 2017

Mirando mi propio pajarito

En la época del imperio del selfie alardeamos de nuestro espíritu vintage para rescatar a fotógrafos inmortalizados mirando su propio pajarito

Cuando el filósofo polaco Zygmunt Bauman proclamó aquello de la “modernidad líquida” pocos imaginaron que nos encontrábamos ante una de las definiciones más precisas de la incertidumbre que nos acechaba en el tránsito entre siglo y siglo. Luego vendrían el amor líquido, la vida líquida, el miedo y el arte líquidos, y así sucesivamente hasta la banalización del término, más propio hoy de la charla entre amigos que de los análisis sociológicos.


Pero aunque el bueno de Bauman sospechara que la estupidez humana carece de límites, la irrupción del selfie, anglicismo incluido, elevó a su liquidez a la altura de la licuación. El selfie (la autofoto) es hoy una práctica tan extendida que los linces del gadget no tardaron en lanzar al mercado el selfie stick, ese palo extensible que se cansó de vender Amazon las pasadas Navidades. Todo sea por la exaltación más licuada del ego, todo por saciar un ansia de exhibición que arrasa con todas las competencias comunicacionales, con el otrora extendido pedido “¿Me saca una foto, por favor?”.

Sin embargo, en la fase de la historia previa a la total tecnologización de nuestras vidas la autofoto era patrimonio casi exclusivo de los profesionales de la fotografía. Por ello cedemos a nuestro espíritu vintage y les ofrecemos esta galería de autorretratos (perdón por el arcaísmo) que incluye desde el famoso ensayo transformista de Andy Warhol o el plácido aburguesamiento de Henri Cartier-Bresson hasta las más arriesgadas propuestas cabeza debajo del británico Caulton Morris o las escenificaciones de Jeff Harris.

Alejandro Feijóo


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