Él: No ha
llegado el Manual, ¿verdad?
Ella: No señor. (Le sirve una bebida en la taza).
Él: Hace
frío. (Ella va al termómetro). ¿24
grados?
Ella: 23 grados y 6 décimas.
Exactamente.
Él: Lo
sabía. Es tu día de suerte.
Ella: Sí, señor. Lo he mirado.
Entra en el margen de error.
Él: No te
excedas en las respuestas.
Ella: No, señor.
Él: No vuelvas a excederte en las respuestas.
Ella: Sí, señor.
Él: Responde
cuando se te pregunta. (Ella asiente).
No es una pregunta. (Ella vuelve a
asentir). No hace falta que contestes. Acabo de levantarme. Tengo frío. (Volviendo a beber). ¿Sabes lo que decían los primeros
manuales? “Encima de las posaderas ardientes deben poderse cocinar pajaritos o
asar castañas”… ¿Lo imaginas? Torcazas, petirrojos a las nalgas. Mirlos
abiertos a la espalda cocinados sobre las brasas de unas posaderas ardientes.
Luego, claro, la gente se fue alejando de la naturaleza. Y así llegamos hasta
hoy. A la espera de un nuevo Manual. (Silencio).
Estamos a las puertas de un nuevo orden.
Ella: (Desde
la habitación). Me gustaría aprender.
Él: Necesariamente
van a cambiar muchas cosas. Estamos como en un punto de fuga. En la bisagra que
abre la ventana a otro estado de cosas. (Se
limpia con la servilleta). Pero mientras tanto, tú quieres aprender. (Se acerca al panel de instrumentos. Se
arremanga). ¿Te gustaría aprender? Eres ingeniosa. No lo niego. Y mejor que
las otras, desde luego... Pero imaginarás que debo ser justo. Debo tratarte a
ti como a cualquiera. Eso es lo que dice el Manual en funciones…
Ella: (Entra
al salón. Se arregla el vestido). Me
gustaría aprender.
Él: (Con la
pala en la mano). Nunca me perdonaría haber castigado a las
otras y hacer ahora la vista gorda contigo. Vuestro sacrificio no puede ser en
vano. Recuerda que esto no le gusta a nadie. Tú lo comprendes.
Ella: (Con un
terror en el que tiene que haber resignación). ¿Qué ha
sido, señor?
Él: Nunca
simétrico. ¿Lo recuerdas?
Ella: ¿Ha entrado al baño? Nunca lo
hace antes de...
Él: (Se
acerca. Violento). No necesito ver que la secuencia está mal para
saber que la secuencia está mal. Yo pienso todo el día en estas cosas. (Ella va acomodando el atril de castigo en
el centro de la escena). No olvides que siempre se puede mejorar. (Ella se reclina sobre el atril).
Alejandro Feijóo
De la obra teatral Una historia de azotes
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