jueves, 2 de febrero de 2017

El imperio empantanado

La historia reciente nos regala espejos en los que apreciar la perversa repetición de los usos y los modos imperiales

La indignación y la tristeza que trajeron y dejaron los atentados recientes de París, sumadas a la intrínseca banalidad de las muertes que provocaron los ataques, no deben hacernos esquivar del debate un análisis que ya se está convirtiendo en un clásico de las lecturas geopolíticas del siglo XXI. La historia más reciente de Occidente nos revela que no hay nada como una guerra para aderezar los ánimos de los demócratas. Hoy Siria, ayer Iraq o Afganistán, pues si bien el escenario es cambiante por definición existen trazas que permiten delinear una suerte de espejo entre aquellas guerras y esta. Es en este contexto en el que cobra protagonismo la lectura de Afganistán, Iraq. El imperio empantanado (2003, Planeta), la recopilación de artículos que el poeta y periodista Juan Gelman publicó sucesivamente en el diario Página 12 desde el 20 de septiembre de 2001 hasta el 9 de noviembre de 2003.


Por una parte, la historia tiende a repetirse, y ese hecho especular y suficientemente horroroso no libera a los pueblos del sufrimiento que supone revivir una experiencia ya transitada pero no conocida; más bien lo multiplica. Por otro lado, decía Borges, no hay nada más viejo que el diario de ayer. Esta certeza ineludible, no obstante, no empequeñece ni resta valor a unos textos escritos no solo en el fragor de los acontecimientos sino desde el centro mismo del corazón de las tinieblas. Ambas circunstancias se alimentan mutuamente y otorgan a la lectura de este libro un ritmo endiablado, amén de que la prosa precisa y a menudo socarrona de Gelman contribuye a electrizar la sucesión de los hechos.

Unos hechos narrados (denunciados) cuyo desarrollo el lector no solo revivirá, sino que le permitirá alcanzar una circunstancia que a la luz de la historiografía resulta fundamental: la restitución del contexto. No existe análisis posible (menos aún el político) sin meticulosidad ni rigor a la hora de reconsiderar las circunstancias que envolvieron los hechos. En este caso el acierto es completo, porque la labor de contrainteligencia informativa que realiza Gelman empuja al lector a trazar las coordenadas precisas de aquellos días que, aun pareciéndolo, no son de siglos atrás sino de años atrás. En más de un sentido, Gelman hace buena la cita de T. S. Eliot con que Ricardo Piglia abre su Respiración artificial: “Tuvimos la experiencia pero perdimos el significado. Un acercamiento al significado restaura la experiencia”.

Para ensayar este “acercamiento al significado” el autor se vale tanto de declaraciones y citas entresacadas de los medios más hegemónicos como de fuentes alternativas. Es, en rigor, una tarea de contrainformación que desnuda, en primer lugar, los mecanismos de adscripción al poder de los “grandes diarios”, al tiempo que ahonda en la sensación de fragilidad y vulnerabilidad del ciudadano medio (lo que sea que ello signifique) ante los discursos construidos monopólicos cuya única fisura… es la verdad.

Por fortuna para el lector, la prosa de Gelman parece ofrecer iguales dosis de rigor y tintes humorísticos ante la sorpresa que revela el cotejo de la realidad con la realidad contada. El modo en el que Estados Unidos inventa “incidentes” para poner en marcha una reacción militar ideada antes de dichos incidentes; la sospecha fundada de que los atentados y la sangre que estos provocan acaban beneficiando a los países de las víctimas, al menos a sus Gobiernos o más bien a sus gobernantes; el relato del terrorismo diplomático, el chantaje y la compra de votos en el Consejo de Seguridad de la ONU que permite poner en marcha las respuestas militares “preventivas”; el viaje ya conocido que emprendieron los Saddam Hussein, los Bin Laden o los talibanes de ser aliados del imperio a sus enemigos predilectos; la forma en que los centros de poder político se convierten en gerencias de asuntos privados, y la ramificación infinita de funcionarios, asesores, CEO, fundaciones, Think Tanks, oficinas de planes especiales y demás estamentos puestos al servicio de los negocios privados que se generan a partir de los bombardeos son solo algunos de los aspectos transparentados en Afganistán, Iraq. El imperio empantanado. Todo ello nos permite concluir, al menos provisoriamente, que lo importante no es lo que nos dicen que es importante sino todo lo contrario.

Alejandro Feijóo


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