La historia reciente nos regala
espejos en los que apreciar la perversa repetición de los usos y los modos
imperiales
La
indignación y la tristeza que trajeron y dejaron los atentados recientes de París, sumadas
a la intrínseca banalidad de las muertes que provocaron los ataques, no deben
hacernos esquivar del debate un análisis que ya se está convirtiendo en un
clásico de las lecturas geopolíticas del siglo XXI. La historia más reciente de
Occidente nos revela que no hay nada como una guerra para aderezar los ánimos
de los demócratas. Hoy Siria, ayer Iraq o Afganistán, pues si bien el escenario
es cambiante por definición existen trazas que permiten delinear una suerte de
espejo entre aquellas guerras y esta. Es en este contexto en el que cobra
protagonismo la lectura de Afganistán,
Iraq. El imperio empantanado (2003, Planeta), la recopilación de artículos
que el poeta y periodista Juan Gelman publicó sucesivamente en el diario Página 12 desde el 20 de septiembre de
2001 hasta el 9 de noviembre de 2003.
Por
una parte, la historia tiende a repetirse, y ese hecho especular y
suficientemente horroroso no libera a los pueblos del sufrimiento que supone
revivir una experiencia ya transitada pero no conocida; más bien lo multiplica.
Por otro lado, decía Borges, no hay nada más viejo que el diario de ayer. Esta
certeza ineludible, no obstante, no empequeñece ni resta valor a unos textos
escritos no solo en el fragor de los acontecimientos sino desde el centro mismo
del corazón de las tinieblas. Ambas circunstancias se alimentan mutuamente y
otorgan a la lectura de este libro un ritmo endiablado, amén de que la prosa
precisa y a menudo socarrona de Gelman contribuye a electrizar la sucesión de
los hechos.
Unos
hechos narrados (denunciados) cuyo desarrollo el lector no solo revivirá, sino
que le permitirá alcanzar una circunstancia que a la luz de la historiografía
resulta fundamental: la restitución del contexto. No existe análisis posible
(menos aún el político) sin meticulosidad ni rigor a la hora de reconsiderar
las circunstancias que envolvieron los hechos. En este caso el acierto es
completo, porque la labor de contrainteligencia informativa que realiza Gelman
empuja al lector a trazar las coordenadas precisas de aquellos días que, aun
pareciéndolo, no son de siglos atrás sino de años atrás. En más de un sentido,
Gelman hace buena la cita de T. S. Eliot con que Ricardo Piglia abre su Respiración artificial: “Tuvimos la
experiencia pero perdimos el significado. Un acercamiento al significado
restaura la experiencia”.
Para
ensayar este “acercamiento al significado” el autor se vale tanto de
declaraciones y citas entresacadas de los medios más hegemónicos como de
fuentes alternativas. Es, en rigor, una tarea de contrainformación que desnuda,
en primer lugar, los mecanismos de adscripción al poder de los “grandes diarios”,
al tiempo que ahonda en la sensación de fragilidad y vulnerabilidad del
ciudadano medio (lo que sea que ello signifique) ante los discursos construidos
monopólicos cuya única fisura… es la verdad.
Por
fortuna para el lector, la prosa de Gelman parece ofrecer iguales dosis de
rigor y tintes humorísticos ante la sorpresa que revela el cotejo de la
realidad con la realidad contada. El modo en el que Estados Unidos inventa
“incidentes” para poner en marcha una reacción militar ideada antes de dichos
incidentes; la sospecha fundada de que los atentados y la sangre que estos
provocan acaban beneficiando a los países de las víctimas, al menos a sus
Gobiernos o más bien a sus gobernantes; el relato del terrorismo diplomático,
el chantaje y la compra de votos en el Consejo de Seguridad de la ONU que
permite poner en marcha las respuestas militares “preventivas”; el viaje ya
conocido que emprendieron los Saddam Hussein, los Bin Laden o los talibanes de
ser aliados del imperio a sus enemigos predilectos; la forma en que los centros
de poder político se convierten en gerencias de asuntos privados, y la
ramificación infinita de funcionarios, asesores, CEO, fundaciones, Think Tanks,
oficinas de planes especiales y demás estamentos puestos al servicio de los
negocios privados que se generan a partir de los bombardeos son solo algunos de
los aspectos transparentados en Afganistán,
Iraq. El imperio empantanado. Todo ello nos permite concluir, al menos
provisoriamente, que lo importante no es lo que nos dicen que es importante
sino todo lo contrario.
Alejandro Feijóo
(Publicado
en Esto No Es
Una Revista, número 38: El Aceite)
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