lunes, 29 de septiembre de 2014

El Greco

El griego más español cumple 400 años rodeado de boatos oficiales y sentidos homenajes privados.

Es lo que tiene la cultura cuando cae en las garras de (algunos) organismos oficiales. Un Gobierno como el español, que desde su asunción en diciembre de 2011 no ha hecho sino dinamitar las expresiones culturales con medidas como duplicar el IVA, fomentar el cierre de espacios, miniaturizar las ayudas…, saca pecho con la celebración del cuarto centenario de la muerte de El Greco, una efeméride que se ha convertido en el magno acontecimiento castellano del año. Pero como suele ocurrir en estos casos, si se deja de lado el pulpo atenazante del matiz, se puede sacar provecho (y mucho) del repaso a las obras del enorme cretense que todo lo languidecía con su pincel.

La vida de El Greco se caracterizó por una búsqueda incesante de un estilo propio, que derivó en las figuras manieristas que hoy se alaban en todo el mundo. Las mismas que mantuvieron su figura silenciada durante varios siglos, desde su muerte a comienzos del xvii hasta finales del xix cuando, al decir del catedrático español Fernando Marías, la España derrotada del 98 se vio en la necesidad de enarbolar nuevos símbolos que reivindicaran la por entonces pisoteada hispanidad. Fue entonces cuando el híbrido y excéntrico Domenikos Theotokopoulos se embalsamó en el canónico español El Greco.

Por este motivo, este El Greco “español” está necesariamente ligado a la ciudad de Toledo, epicentro de los fastos del IV Centenario, donde vivió la última mitad de su vida. Allí pintó (y luce) su obra más famosa, El entierro del conde de Orgaz, y allí fue también donde profundizó en una independencia estilística que le valdría no pocos enfrentamientos con mecenas y autoridades, entre ellos, el mismísimo Felipe II, a quien, básicamente, no le gustaban sus figuras extrañamente coloridas ni la interpretación insurrecta de un cielo que debía permanecer necesariamente estático. Adúltero y menos devoto de lo que desprenden sus motivos religiosos, los últimos años de El Greco no fueron precisamente de bonanza económica. De hecho, sus biografías más rigurosas hablan de un artista que constantemente se veía envuelto en litigios por la tasación de sus obras. Hoy, sus cuadros rompen todas las tasaciones iniciales. Como Santo Domingo rezando, que el año pasado superó en una subasta de Sotheby’s los diez millones de euros. Es lo que tiene la cultura cuando cae en las garras de algunos (a secas).

Alejandro Feijóo




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