jueves, 2 de febrero de 2017

El tributo de las versiones

The Flaming Lips vuelven a hacerlo con un disco que parece el Sgt. Pepper's de los Beatles sin que lo nuevo se parezca necesariamente a las viejas canciones que todos sabemos tararear

La década de 1960 fue un momento bisagra para tantas cosas que al final la puerta volvió a quedar cerrada. La perrita Laika fue bisagra, A sangre fría de Capote fue bisagra. Y el Cordobazo y Truffaut… Y por supuesto lo fue el Sgt. Pepper's de The Beatles. Porque, gustos musicales aparte, pocas veces un álbum fue reconocido tan unánimemente por marcar un antes y un después en la historia de la música contemporánea. Con él llegó o se consolidó la psicodelia. Y lo que es más importante: grabar discos se convirtió en otra cosa distinta a la que era antes de "A Day In The Life".


Desde entonces The Beatles se convirtieron en uno de los grupos más influyentes. Es difícil imaginar la existencia de bandas como Oasis, Wilco y tantas otras sin los cuatro de Liverpool. Y a saber qué hubiera sido del devenir musical de un héroe vernáculo como Charly García. Durante muchos años fue algo común, y aún hoy lo sigue siendo, reconocer acordes y aromas musicales similares a los compuestos por Lennon y McCartney. Es el famoso efecto de las influencias, ese concepto que a menudo se confunde con el plagio y sin el cual resultaría difícil entender la historia de la música en particular y del arte en general.

Las fronteras entre las influencias y el homenaje, entre la inspiración y la copia, son difíciles de delimitar. Y lo que el artista nuevo recoge del viejo transforma a este. De ese modo se llega al conocido axioma de que no hay Lezama Lima sin Góngora, del mismo modo que de ahora en adelante resultaría incompleto entender a Góngora sin Lezama Lima. En música, somos esclavos del cover, que cuando es experimento lúdico realza ambas figuras, la del versionado y la del versionador, y que cuando es simplemente reproducción fiel del original suele realzar la cuenta corriente del productor de turno.

El extremo más perverso de este polígono lo constituye el tributo. La copia exacta. El espejo del tributo que horrorizaría al propio Borges. Porque el tributo es vampírico, chupa la sangre del original, lo vacía al reproducirlo fielmente. En cambio, la versión es sumatoria, va agregando capas al tema original hasta componer algo distinto, que evoca claramente a la canción madre aunque no siempre alcance a ser reconocible.

Mucho de esto ocurre con el último juego propuesto por The Flaming Lips. With a Little Help from My Fwends es, más que un disco, un ejercicio lúdico en el que la banda de Oklahoma pone arriba de la mesa todo su delirio psicotrónico al servicio de las composiciones originales. The Flaming Lips son, por definición, excesivos, y sus discos también lo son en todos los sentidos de la palabra. Además, su relación con los covers y las versiones es tan profusa que el ejercicio de regrabar el Sgt. Pepper's aparecía algo manido. En parte porque aquel experimento de versionar The Dark Side of the Moon había salido bien allá por 2009, gracias en parte a la participación impagable de Henry  Rollins.

En esta ocasión, el exceso vuelve a recaer en una ampulosidad que distorsiona los temas hasta hacerlos prácticamente irreconocibles. El toque indie de contar con colaboraciones de la talla de My Morning Jacket, J. Mascis, Moby, Maynard James Keenan o la inefable Miley Cyrus reviste la placa de cierta irrealidad, como si aquello no pudiera estar siendo posible. Pero no solo lo es, sino que además la mescolanza de intenciones, participaciones y capas sonoras varias acaba completando un disco que no podía estar firmado por ninguna otra banda en el mundo que no fueran The Flaming Lips. Quizá el mayor acierto de este With a Little Help… sea el haber convertido a The Beatles en una suerte de Góngora revisitado. Y el mayor elogio que pueda brindársele sea que con toda seguridad el disco no gustará a los más devotos de los de Liverpool.

Alejandro Feijóo


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