viernes, 1 de agosto de 2014

Olmo Calvo

Las fotografías de las víctimas de los desahucios, realizadas por Olmo Calvo, tienen un doble valor testimonial y artístico.

Cada caso es único. Cada drama encierra en sí una experiencia propia e intransferible. Y sin embargo el procedimiento se reproduce con ensañamiento milimétrico. Los desahucios, que se repiten en España desde 2007 al ritmo del desfalco de lo público, suman cada día nuevas víctimas. No resulta fácil establecer una cifra de ejecuciones hipotecarias, debido principalmente a la opacidad de los organismos públicos implicados. Quizá sean los más de quinientos desalojos diarios que en 2012 denunció la Plataforma de Afectados por la Hipoteca; quizá que más del 80 % de estas familias desahuciadas tengan menores a su cargo; quizá las docenas de suicidios. 

Del otro lado, cerca de cinco millones de viviendas vacías cuyos dueños (particulares y, sobre todo, entidades bancarias) esperan que la burbuja inmobiliaria toque fondo, que las valoraciones repunten, que la especulación vuelva a dar frutos. Mientras tanto, al cierre de esta edición la Constitución de 1978 sigue garantizando el derecho a una vivienda digna.

En paralelo, la lucha contra los desalojos se corporizó y visibilizó el ultraje. Y en esa trinchera se encuentra el fotógrafo cántabro Olmo Calvo. Su trabajo se desarrolla entre amenazas y chantajes policiales, sorteando la escalada represiva, la confiscación del material de trabajo; doblegando con el objetivo de su cámara la presunción de veracidad que la ley otorga a los cuerpos de seguridad. Pero como el lector ya habrá notado, sus fotografías superan por varios cuerpos el valor del testimonio para adentrarse en el terreno de lo estético. No en vano, la serie “Víctimas de los desahucios” se alzó con el XVI Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña que anualmente convoca la organización no gubernamental Médicos del Mundo. Así, la utilización del blanco y negro, los contrastes acentuados, las siluetas en sombra se alzan como herramientas metafóricas y, a la vez, se estampan en la foto como sellos de un autor personal y contundente.

Alejandro Feijóo





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