Cada infierno
es el peor de los infiernos. Cada dolor es el máximo. Y el propio sufrimiento
es el consuelo del máximo sufrimiento: todo lo demás es Otoño alemán, de Stig Dagerman.
Dejando de lado cualquier ensoñación romántica, al otoño
real se le presuponen algunas características que suelen cumplirse: la
decrepitud intrínseca, el presagio de estados peores, una caída que no es solo
la de las hojas. Estas, y otras que se le agregan, están trágicamente presentes
en Otoño alemán, del autor sueco Stig
Dagerman. Antes de viajar a Alemania en 1946 como corresponsal del recién
fundado periódico Expressen, Dagerman
ya había escrito el grueso de su obra literaria. Tenía entonces 23 años y una
fama bastante reputada como periodista y militante anarcosindicalista.